Últimas primeras…


Para evitar caer en largas parrafadas que me acorten el sueño y me hagan enrollarme innecesariamente en las minucias de la vida, este será un post librístico que simplemente demuestre mis dos últimas adquisiciones de tranquilidad veraniega.

Mis ojitos con gafas incesantes me han comentado que les ha encantado, cada cual con su estilo, eso sí, pero podrían calificarse de igualmente perfectos.

Podría extenderme en qué es la perfección y en qué se basa cuando hablo de un libro, pero lo resumiré en la búsqueda de una evidencia: ¿lo he terminado?

Sé que pensarás que eso es relativo, que hay comienzos pésimos con finales magistrales, viceversa o bodrios que simplemente nos tragamos a la espera de buenas nuevas. Sin embargo, si piensas atentamente, si rebuscas en tu interior, verás que el cierre de unas páginas grapadas por última vez es un ritual que siempre te deja sin aliento, pensativo y con media sonrisa o medio gesto de asombro en tu boquita de piñón. Por mucho que me pongo a pensar y por mucho que alguna vez haya querido acabar un libro, no encuentro alguna vez que haya catapultado el fin y me haya dejado indiferente, totalmente insensible. Los libros, como las canciones o el amor, siempre nos alteran, nos reconfortan y nos seducen, nos modelan y moldean y, si es que gastamos de esas, nos arropan el alma. Y eso, damas y caballeros, es lo que yo calificaría como perfección, pura y dura.

Aquí tenéis mis dos últimas primeras páginas, mis dos últimas medias sonrisas… No diré nada de ellas porque seguramente habrá mil y una críticas mejores de las que yo podría ofreceros. Solo apuntar que son perfectas para el verano o lo que queda de él, que me he reído y emocionado con cada sobresalto de sus destinos y que, por supuesto, me han dado pie a escribir otra megaparrafada gratuita que solo gustará a aquellos osados que alguna que otra vez me han insistido en que siga escribiendo… Va por ustedes.

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