Vuelos, perdices…


Ya sabéis, lo que viene siendo el principio de una etapa, el saber que la niña perdida va tomando su rumbo y que a la Wendy que hay en mí se le empieza a ver una ojera…

O será porque la melodía ideal con la que entraste inundó la sala con su brisa azul y/o su llanto contenido.

Puede ser también, que todo se da, que mis lágrimas descompasadas no me dejaran disfrutar objetivamente de la celebración, que los recuerdos se agolparan en mi retina a sabiendas de que también se puede llorar de felicidad a estas alturas y de que no todo está perdido.

O, quién sabe, porque la vi iluminada, preciosa y soñadora. Tranquila, para mi sorpresa, e ilusionada como nadie.

Será, lo más seguro, que necesitaba escribir esto aunque solo sea para transformar mis lágrimas en palabras y para desearles el mejor vuelo de sus perdices y el mayor de sus aleteos. Que la brisa de su trayectoria os ilumine la sonrisa y que, sobre todo, os refresque el camino.

Una imagen vale más que mil palabras y ya no me quedan pinceladas que teclear, solo un simple copia y pega de una sonrisa a la que no hace falta pie de foto…

A criar muchas perdices al son de violines afinados, eso que no falte. Ah, sí, y que os vaya irrepetible.

Preciosa