Impresiones. Pase II


 

Estoy dormida, es un hecho. No por nada en especial o extraordinario: se me caen los ojos. A falta de caer en el hombro de la muchacha que está sentada al lado en el banco,escribo. Impresiones.
Mi cuello se revuelve inconscientemente buscando historias que contar,pero solo encuentro familias con maletas soñando mañanas mejores y autobuses que cierran su función. La muchacha estilosa hoy viene de casual Thursday y la verdad que, aunque le favorece bastante,me quedo con sus faldas hasta los tobillos. Me mira y me sonríe amablemente al abrirse nuestro telón y entregar  su entrada. Si supiera que escribo sobre ella….
Adele me asalta y me freno imaginándome pasando de canción… No necesito tristeza, pero es que canta como los ángeles… Y ya se sabe que los ángeles, por su vecindario,como que no son muy alegres….
En fin, la cosa es que a mis alumnos los escucho constamente decir que no tienen tiempo, que no hay minutos en el día para ponerse con el inglés y yo constantemente les repito lo mismo:si quieres,puedes. Sin más. Y no sé si te has dado cuenta, pero estas impresiones son eso:mi ejercicio particular de la mañana. Las excusas de no tener tiempo para escribir son eso,excusas. No sé si tendréis alguna primera impresión de mis impresiones,pero sea como sea, que no se os caigan los ojos al pensar en este largo jueves… Yo me bajo en mi parada. Por supuesto, llegó tarde.

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Impresiones. Pase I


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Frío y pelos de punta mientras escucho tras los auriculares habladurías de gente corriente. Despectivas o no, las mañanas de julio que dependen del grado de apuramiento del cigarro del conductor de turno para llegar más o menos tarde a lo que te engrosa la cuenta… tienen sus encantos. (Sí, sé que falta una coma por algún lado, pero me pareció más underground así… esto…)

Huelo algo de tensión en las caras de los viandantes… Y eso que aún no se ha dispuesto la cola hacia el espectáculo. Caras de sueño con olor a colonia recién cortada; de barrigas gorgoreantes a la espera del anhelado descanso de las 10 o la certeza de saber que, un día de estos, los ojos descansarán un par de horas más.

Es la hora y el conductor se acerca tranquilamente a su puesto. La cola se siente tranquila, en paz. Ensayo mi pequeño papel de cada día en la obra de los que no tienen volante en mano y entrego mi entrada a la función. El bonobús se desliza por el detector y percibo incluso una sonrisa desde su estropeado plástico… Pobre de mí…

Me siento detrás de la chica estilosa de zapatos bonitos y faldas largas y termino esta impresión de hoy. La primera de la lista, espero, ya que me quedan infinitas retaílas como estas por ahora.

Y es que acabo de descubrir mi primera sonrisa del día: escribir esperando…

A quien le toque, por favor, que santifique a los teléfonos estos tan listillos, porque hacen un buen apaño en sacar adelante mis ratos de bostezos…

11/07/2013


Jueves

Sí, el Acuarius también me lo había bebido…

Porque, al final de un día largo, con calor y trabajo, después de no querer hacer nada y hacerlo todo… a una siempre le asalta el «¿y ahora qué…?» diario. Sí, el «¿y ahora qué hago? ¿Veo la tele o leo o me salgo al fresco o me veo algo o ceno ya temprano y me acuesto o hago la cama -sí…- o qué….?» Y al final, se te pasa el tiempo, no obtienes ninguna pregunta contestada  y miras el Facebook y el correo y el Facebook y demás modernidades sociales y, harta, decides que puedes encontrar un poco de ilusión en tres conitos y medio que quedan en una bolsa que te encuentras, el sonido al abrir la refrescante lata y la certeza de saber que, con Manolito, todo será mejor. Aunque sean cinco minutos.

Se me acaba de romper una uña, presiento un calor nocturno sin pretensiones y mis pestañas empiezan a pesarme, pero, aun así, aquí estoy, escribiendo por aquí una entrada que llevo pensando todo el día… Sí, lo sé, no lo merece… Pero otra cosa buena del día: cada vez más me encuentro pensando en mil y una historias que escribir y que nunca verán la luz… y eso es buena señal… para mí, aunque no sé para ti 🙂

Cierro la pasta dura por hoy, maldeciré un poco a mi uña por haberme abandonado y me dedicaré a tener dulces sueños. Os deseo parecido, larga vida a vuestra manicura…

¿Próxima parada?


Me entenderás si has cogido el mismo autobús más de tres días seguidos. A la misma hora y con el mismo recorrido. Y es que es como una familia o una familia a secas, según lo dormid@ que estés en el acto.

Yo me quejo mucho: de que si me tengo que levantar 20.000 mil horas antes, de que si tengo que ir de pié, con frío, calor, con un codo de más en el costado o con la música alta del de al lado, pero es por quejarme, como siempre. Cuando no lo tengo, cuando no lo tenga y cuando disfrute de mi jet privado, seguro que echaré de menos los critiqueos mentales de los que mi mente se regocija en solitario, las historias imaginarias que me dan por inventarme con las pintas del vecindario y, sobre todo, los cotilleos que cojo al vuelo desde los asientos de atrás, al lado o delante más cercanos indistintamente y que me ahorran batería del ipod.

Echaré de menos las mismas gentes a las mismas horas. La certeza de saber que, aunque estamos solos, nos sabemos acompañados por el muchacho que duerme con la ventana cual almohada y que se despierta justo en su parada o el hombre que a duras penas mantiene sus ojos abiertos dándose con el de al lado; al chaval que, pese a primeras impresiones, lee a Dostoyevski o a la señora de …-y-tantos que no se pierde las últimas novedades de su Twitter. A las amigas que solo se encuentran diez minutos en el autobús o a la muchacha pegada a su carpeta con la ilusión en los ojos.

No olvidaré, tampoco, a las risas de autobús. A las amistades que he forjado gracias a sus viajes y a todos aquellos de los que sé porque aquella vez nos volvimos a reencontrar yendo a tal sitio. A las conversaciones sabias de diez minutos que compensan años y, sobre todo, a las almas compatibles autobuseras que me han dejado entrever que la vida puede seguir siendo maravillosa… incluso en transporte público.

Me imagino que será porque es domingo y, ya lo sabes de sobra, las musas de mis domingos son bastante enrevesadas… Será porque me acabo de quitar mi nueva mascarilla con olor a galletas que me ha enamorado (para saber más… pincha aquí)  o porque, simplemente, tenía ganas de escribir pinceladas que me alegran cada mañana de camino a alimentar mi cuenta bancaria.

Mañana, procuraré llevar la batería justa para escuchar un cotilleo de más o reírme con el último modelito de turno; echar de menos a las personas que ya no comparten mi viaje cada mañana o, simplemente, dar gracias a quien le toque por sacarme una sonrisa una vez más.

Despachada, otra de autobuses… ¿Te bajas ya o esperas a la próxima?