Y no veo el momento en el que empiece


WhySi algo me ha enseñado este 2013 es que igual que hay principios, también hay finales. Aunque parezcan absurdos y de mal gusto, el telón, alguna vez, tiene que caer. Ya sea con finales previsibles, sorpresivos, desgarradores o simples giros simpáticos del guion, lo que empieza tiene que acabar: con lágrimas, risas, pellizcos en el brazo del vecino, bocas abiertas o palmaditas silenciosas.

Y necesitamos finales, no podemos evitarlo. Necesitamos puntos y seguido, uvas con deseos que sabemos de sobra que no se cumplirán y promesas que no durarán ni 20 minutos en práctica. El solo deseo de aferrarnos a una esperanza, a una ilusión por remota que sea ya nos hace algo más felices y por ello merece de sobremanera la pena.

Apenas tengo fuerzas para brindar hoy: ha sido un año realmente cansado, sin tregua; de esos que no sabes si borrarlos de tu vida o si, por el contrario, debes abrazarlo con una fuerza desmedida para que no se te olvide nunca. Aún no lo tengo decidido, al menos no por ahora.

Pero lo que sí sé es que necesito con todas mis ganas decirle adiós a este año y comenzar otro nuevo, otro capítulo de esos largos y sin anuncios; de esos que estás deseando darle al play cuando no hay nadie en casa y solo estáis tú y el ordenador o la tele en HD o cualquier cosa que te haga secretamente e infantilmente feliz.

Así veo yo el 2014, y no veo el momento en el que empiece. Felices finales de año, feliz próximo capítulo.

Felices nuevos cuentos


Nuevos abrazos, nuevos cuentosMe imagino que hay años que se recuerdan especialmente por algo que cambió tu vida y hay otros años que, inmediatamente, pasan y ni te molestas en despotricar de él porque sabes que ya pasó, que ya se va y que otro viene, preferentemente mejor.

A cada uno, el año nos ha venido como buenamente el destino (o  quien quiera que co** sea) lo ha diseñado así.

Sin embargo, mi principal propósito, objetivo o meta de año nuevo va a ser intentar no culpar a 2013 de ninguna lágrima y felicitarlo por todas las risas que me dio, por todos los primeros y últimos abrazos de los que disfruté y por todos los minutos de risas que me regaló. Siempre nos acordamos de lo malo y lo bueno lo damos por sentado, pero la vida es una gran y pegajosa mezcla amarga y dulce que tragamos con los ojos cerrados cada día y por la que lo mismo nos da un dolor de barriga a las 3 de la madrugada para salir corriendo al baño más cercano o nos arranca una carcajada que hasta asusta a nuestras pestañas.

Por todo ello, esta entrada va dedicada especialmente a todos aquellos que me acompañan aunque lejos, a todos y cada una de las personitas con las que me he topado en este año y que me han ayudado a ser más fuerte y a ponerme aun más colorada; a entender que, en realidad, los amigos son los que te sacan sonrisas sin ni siquiera hablar. A ser feliz con un desayuno en compañía, un café de máquina ardiendo o una conversación de esas de repente, pero inolvidable.

Derrochad más que de costumbre, comed aun más si es posible y bebeos alguna que otra copita a mi salud, porque en el fondo la vida está hecha de recuerdos y yo… Bueno, ya sabéis, me gustaría estar en los vuestros.

Felices nuevos cuentos, feliz año.

Oda a una infusión


¿Qué te iba a contar yo…? Ah, sí, perdona, que acabo de leer el título. Eso, lo de la infusión.

Pues resulta que estaba ordenando yo (sí, aunque suene raro) un mueble de la cocina el otro día y, en el fondo de las cajas de infusiones y yerbas varias, me encontré una cajita repleta de mis bolsitas más amadas, de esas con sabor amargo y olor dulce que solo se vendían en las tiendas más gourmets, ya sea en el Día de aquí al lado o … en el día de aquí al lado. Una reliquia que ya no encuentro ni en el… Día de aquí al lado. Sin duda, mi primer regalo navideño.

Su nombre no le hace justicia, Té Belleza le dicen… El pobre mío siempre es mofa de las más absurdas trivialidades siempre que lo ofrezco a mis más selectos conocidos o hago alardes de sus virtudes.

«Los tés, hija, son tés, no milagros…» o «¡A ver qué cosas te tomas con ese nombrecito!» o «¡Belén, qué cosas tienes!»

Pero la cosa es que los tés si sacan sonrisas, reúnen pensamientos o nos mantienen calientes (sí, aún existe inocencia en esa palabra):  hacen milagros. Ya sean verdes, con extracto de vainilla o traídos de la mismísima tienda del hindú más cercano, producen en mi ser una sensación amor-odio difícil de igualar. Mi té belleza me reconforta el alma y amarga mis sentidos; es sobrio en su aspecto, pero rico en su sabor.  Embellece el minuto en que lo bebo, me quemo la lengua y sueño con soplar y volver a hacerlo…

Esta retaila va dedicada a los que pretenden beber el culito (o culazo) olvidado y helado junto al ordenador y hacen una mueca extraña en su encuentro; a los que acumulan tazas; a los que le ponen tapa; a los que no; a los que tienen mil teteras y los siguen haciendo en bolsitas porque no tienen tiempo; a los que hacen las teteras pero prefieren las bolsitas; a los que les sienta mejor que el café o a los que, simplemente, les transmite a algún lugar de su presente.

Porque, ¿por qué no?, también mi té belleza se merece un reconocimiento… Porque lo vendan en los Mercadonas del mundo. He dicho.

De Carries y cakes


Me habéis pillado: no he podido poner un título de esos enigmáticos porque ya sabéis ( y si no, os lo vais a imaginar ahora) mi pasión por esa serie tan criticada y abalada por la humanidad mundial: Sex & the City (Sexo en NY para los amigos españoles).

Y siempre es un placer encontrar noticias  (aquí) que sigan recordando las virtudes (aunque con confusiones en los títulos, véase el «Sex in the city»…) de esa -me niego a llamarla «vieja»- gloria serística. ¿Te puedes creer que ahora voy y me entero de que gracias a un episodio de la tercera temporada fue cuando se empezó a reconocer los tan famosos cupcakes? ¡Y nada menos que por Carrie y su forma de disfrutar comiéndoselo en ese banco!

Es increíble cómo la pequeña pantalla sigue haciendo magia y, por lo visto, ahora son los cronuts los que saltan a la parrilla para dejar en el banquillo a las empalagosas magdalenas de colores.Y es que, que queréis que os diga, yo ya lo calé antes antes del verano, cuando descubrí su maravillosa imagen (click aquí si no me creéeis, jaja). Y, claro, me empecé a preguntar cuándo saldrían abiertamente a la palestra y cuándo podríamos disfrutarlo al otro lado del charco. Pues, amigos, vaticino un nuevo año lleno de nuevos programas de cocina con nuevas invenciones cronuísticas y nuevas franquicias que se suban al carro de los medios donuts y cruasanes.

Podría seguir hablando de las invenciones de medios pasteles que alimentan los michelines varios, pero me temo que mi chiringuito cierra por hoy. Hoy ha sido una de chismes, para qué negarlo; nada profundo ni florituras de seudopoetisa… Pero me imagino que como todo en la viña del señor o la señora de turno, también nos hace falta disfrutar entre fogones de lo último en repostería serística.

¿Quién se apunta a hacer cola para ir a saborear una de estas supuestas maravillas?

PD: Merece la pena ver el video solo por ver la pedazo de cola del principio (aunque no sepas inglés)

y lo loca que puede volverse la gente por algo así: ¡y solo se pueden comprar dos por persona! ¡Yo quiero ! 🙂

Picores


Me pican los ojos, me escuecen las cremas y las uñas me crecen descarriladas.

Me salen granitos, se me cae el pijama y los pies los tengo más bien fresquitos.

-.Siento el pareado, no era intencionado.-

«Manta, por favor, hija, no te vayas toda para un lado», piensa mi subconsciente cada vez que entre desvelos veo asomar mi dedo gordo del pie calcetinil. «Lo siento», me responde, «soy una manta incorregible, de esas de mercadillos de alta alcurnia».

Yo, por mi parte, sonrío ante la ocurrencia y vuelvo a caer en coma. En uno de esos comas que hacen que tu sueño te depare un descanso relativo y confort de mil invernaciones.

Mi pican los ojos -sí, soy pesadita con el asunto-, el culito de mi té con canela y miel me espera helado en su tacita y la noche se presenta corta y, ¿por qué no?, todavía joven.

Escribo porque es un vicio, algo sobrenatural que me impulsa a teclear chapurreos mentales y a darle  a «Publicar».

Disculpen mi imprudencia, pero ya es diciembre y ello me impulsa a blasfemar, a querer que solo  lleguen las navidades para ver más series y sacar la ropa de invierno del armario. ¿Todo lo demás? Espero que pase pronto… como el picor de los ojos, mismamente.